Ante todo, mi nombre es Macarena Kalén Costantini, tengo 27 años y vivo en el barrio de Villa Ortúzar, CABA. ¡Escribo, emprendo, estudio y soy una inconformista de la vida!
Aquí va un pedacito de mi vida
Vivíamos en la casa de mi abuela, en una piecita pequeña de madera construída en el fondo del patio, en el barrio de Villa Ortúzar. No nos faltaba mucho porque nos teníamos el uno al otro pero no nos sobraba nada, y todo se compartía. La piecita no era especialmente grande ni bella, pero mamá se ocupaba de mantener el orden y que las sábanas tuvieran siempre rico perfume. Además, teníamos un jazmín inmenso justo detrás de la ventana, que en épocas cálidas inundaba el aire con su dulzor. Tengo la sospecha de que mi adoración por las plantas se haya despertado a raíz de ese jazmín.
Nos mudamos del hogar de la abuela en el año 2002, a una casa grande, naranja y hermosa que mis padres venían construyendo hacía algún tiempo. Yo tenía seis años.
Me recuerdo con mi guardapolvo blanco como la leche y dos trenzas, en primer grado.
Tuve una infancia de bicicletas y primos, veranos en la playa con la pancita al aire y rulos, tomando helado de palito y haciendo pozos en la arena, una infancia llena de preguntas que se acrecentaban cada vez más, gracias a que mamá me llevaba a la feria del libro y yo devoraba los cuentos infantiles. Y aún cuando no tenía manejo de las palabras, hundía mi nariz en las páginas nuevas de los libros didácticos, aroma a imprenta que aún hoy sigo adorando y que también experimentaba con la revista Billiken, las figuritas de los álbumes, las revistas Para Teens que consumía en mi pre adolescencia.
Menciono este pequeño pedazo de vida porque cuando las personas me preguntan qué me impulsa a emprender, pienso en mi papá trabajando incansablemente en su proyecto, con un alto grado de tolerancia a la frustración (pues la mayor parte del tiempo no funcionaba como quería, y había una familia que mantener) y que hoy día, gracias a la constancia y dedicación, se convirtió en una empresa.
Me han inculcado desde siempre que todo aquello que se haga desde el esfuerzo, tarde o temprano tendrá recompensa.
Pero no es solamente este saber lo que me llevó a emprender, ya que la realidad demuestra que una tiene que reunir ganas, tener una cuota de ambición, conocer sus propios límites y no conformarse con -casi- nada. La inconformidad puede resultar un problema muy grande si se vuelca en áreas difíciles de alcanzar, pero cuando está energéticamente distribuída en un proyecto personal, se le puede sacar máximo provecho porque se traduce en reinventarse constantemente.
Y lo que a mi me genera ganas, ambición, autoconocimiento e inconformidad, es la literatura. (Esta es la parte en la que le agradezco a mamá por la infancia llena de libros)
La literatura me dio el vocabulario que necesita cualquier emprendedor para poder ofrecer un producto o servicio. Me dio incluso la posibilidad de redactar esto que estás leyendo. Me da la curiosidad necesaria para intentar comprender cómo funciona la mente del consumidor, e incluso entenderme a mí como consumidora y clienta. Me da el parámetro de que existen infinitas vidas y experiencias tan diferentes a las mías, que la ambición crece debido a las ganas de experimentar todo eso que siempre parece terreno de los otros.
Siempre supe que quería emprender. Pero no nací sabiendo de qué manera hacerlo, ni tampoco sabía qué me gustaba. Considero que ambos puntos se desarrollan a partir de la pregunta ¿quién soy yo? Y se van encontrando respuestas a medida que una trabaja internamente en su ser. Probablemente hayas llegado a este curso sabiendo que soy la creadora de Ilumina la tierra, una marca de cosméticos que nació en el año 2020, en el auge de la pandemia. Pero déjame decirte que Ilumina no fue mi primer emprendimiento, ni tampoco creo sea el único ni el último. Previo a elaborar cosmética natural, vendía hamburguesas vegetarianas en las puertas de las universidades. A decir verdad, no me iba demasiado bien; tenía días en que no vendía ninguna. Volvía a casa con mi carrito cargado de mercadería y se lo terminaba regalando a los integrantes de mi familia. El producto en sí era muy bueno, pero a mí no me gustaba hacerlo. Lo padecía. Y considero que acá hay un punto muy importante. La clave del éxito emprendedor es hacer algo que te gusta mucho. De cualquier modo, con ese emprendimiento aprendí a ofrecer productos a la gente, a quitarme la vergüenza y comenzar a preguntarme a mí misma qué era lo que realmente me motivaba. Antes de Mimame tierra, así se llamaba mi emprendimiento de comida, tenía un proyecto llamado La Maga libros, que consistía en la venta y trueque de libros usados. Esto sí que me encantaba pero no tenía la fuerza suficiente para la dedicación que merecía, pues era adolescente y mi energía estaba enfocada en la búsqueda de carreras universitarias. Y antes de vender libros, vendía osos de peluche en Las Toninas, pueblo en el que vacacionamos con mi familia desde siempre. Los ganaba con el juego arcade de pinza porque sabía exactamente cuántas fichas había que introducir hasta que el premio saliera, y dejaba que todas las personas jugaran antes que yo. Nadie iba a sospechar de una niña de once años. Al final del día, juntaba entre tres y cinco osos de peluche y los vendía por el centro a familias enternecidas por mis ganas de trabajar. Y antes de eso, alrededor de los 7 años, vendía pulseras de macramé y limonadas, en la puerta de mi casa veraniega.
Lo que intento contarte con esto, sin profundizar demasiado en cada uno de los puntos pues mi intención es que vos encuentres lo que realmente te gusta hacer y tengas las herramientas para llevarlo a cabo, es que la fuerza de cualquier emprendedor es la búsqueda constante, el impulso, el trabajo interior y la tolerancia a la frustración.
Gracias por leer este pedacito de mi vida. Espero te sirva para tomarlo como impulso si tu objetivo es emprender, o para conocer un poquito más sobre quién soy yo!